Esta web es un territorio de western para adictos a las películas del Oeste. Sean bienvenidos. Feliz estancia y felices westerns.
Todo lo que quieres saber sobre el western… y más
Jaime Gil de Biedma concebía el paraíso bajo la especie de una casa junto al mar, con la luna, la música y voces amigas difuminando la suavidad de la noche. Yo, a ese paraíso soñado, añadiría una pantalla de cine donde pudieran verse películas del Oeste.
El western es mi género cinematográfico favorito. La primera película que vi en mi vida fue un western: Búfalo Bill (The Plainsman). Y la última que me gustaría ver también es un western: El hombre que mató a Liberty Valance (The man who shot Liberty Valance). Crecí viendo películas del Oeste y pienso que si me obligaran a elegir las diez películas que más me han gustado en la vida, ocho de ellas, por lo menos, serían westerns.
¡Cuántos recuerdos, cuántos momentos felices! «¡Apaches! ¡Los he visto!». «Si los ha visto, no eran apaches»….»Pedí un vaquero, no un pistolero!». «Ahora soy vaquero. Prefiero el ganado a los hombres»… «¿A cuántos hombres has olvidado?» «A tantos como mujeres tú recuerdas»… Música de Victor Young, por favor.
Los inmortales del western
Esta web es un tributo, un homenaje a mi padre – incansable devorador de clásicos del Oeste – y a esos viejos y solitarios compañeros del alma que pueblan tantas imágenes de la infancia: Henry Fonda, John Wayne, Gary Cooper, Errol Flynn, Randolph Scott, Joel McCrea, James Stewart, Gregory Peck, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Robert Mitchum, Lee Marvin, Clint Eastwood…
Son los inmortales del western, iconos de una civilización desaparecida, gigantes de la interpretación sin los cuales el Lejano Oeste no sería lo que es. Se trata de ese puñado de actores irrepetibles cuya mera aparición en la pantalla conjura todo un mundo de recuerdos. Pistoleros y forajidos. Soldados ortodoxos y soldados rebeldes. Sheriffs valientes y sheriffs corruptos. Jueces y prostitutas. Tramperos y cazadores. Vaqueros que conducen el ganado de Texas a Kansas y pioneros dispuestos a empezar una nueva vida más allá del horizonte.
Son, en fin, las leyendas del celuloide que dieron rostro a algunos de los héroes más complejos del séptimo arte: héroes ricos en matices, contradictorios y profundos, hechos de luz y de tiniebla, con heridas en la piel y en el alma.
Momentos estelares del western
Esta web es más que una simple web sobre el western. Es una carta de amor a las viejas películas del Oeste . Y constituye, por supuesto, el testimonio de una pasión indesmayable, que comenzó en la infancia, se prolongó en la adolescencia y ya sólo se apagará con la muerte.
Y es que el western es una especie de hogar sagrado del que uno nunca termina de marcharse. Cuántas tardes he imaginado los años de soledad y olvido que aguardan a Ethan Edwards – el errante, torturado, temible y obsesivo personaje interpretado por John Wayne en Centauros del desierto – después de que la puerta de los Jorgensen se cierra a su espalda.
Cuántas mañanas he acompañado a James Stewart por medio Oeste para vengar la muerte de su padre ( Winchester 73 ). Cuántas noches, con un vaso de whisky en la mano y el alma anegada de recuerdos, le he pedido a Vienna (Joan Crawford) que me mintiera, tal y como se lo pedía Sterling Hayden en Johnny Guitar:
JOHNNY: Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años.
VIENNA: Te he esperado todos estos años.
JOHNNY: Dime que habrías muerto si yo no hubiera vuelto
VIENNA: Habría muerto si tú no hubieras vuelto.
JOHNNY: Dime que me quieres todavía, como yo te quiero.
Recuerdos del lejano Oeste
Todos los que vivimos el cine con pasión tenemos dos vidas. La real; la vida que va en serio. Amar, envejecer, morir es su principal argumento. Y la de ficción; la vida que se desarrolla en la gran pantalla, a veces tan verdadera como la otra.
Yo jamás olvidaré la primera vez que me emocioné ante el féretro de Tom Doniphon: el personaje interpretado por John Wayne en El hombre que mató a Liberty Valance. Y ya no recuerdo cuántos atardeceres he gritado el nombre de Shane – el pistolero de Raíces profundas –. O he repetido en voz alta “¡Predicador! ¡Todos te queremos, predicador!”, llamando desconsolado al fantasma justiciero encarnado por Clint Eastwood en El jinete pálido.
El Oeste acaba junto al mar. He recorrido sus tierras una y otra vez, sus llanuras y cañones de salvaje belleza, sus ríos y montañas… Y lo sé. He estado en Tombstone, Arizona, con Wyatt Earp. Y en Black Hills, en el saloon humoso donde Wild Bill Hickok jugó su última partida de póker.
He bebido ríos de whisky, y aprendido la lengua de siux y apaches. Y he muerto junto a Errol Flynn en la legendaria batalla de Little Bighorn, sabiendo que la razón estaba de la otra parte.
Música del Oeste, maestro
También he canturreado con Dude (Dean Martin) My rifle, my pony and me en Río Bravo. Y he tarareado ¿A dónde irá, veloz y fatigada, la golondrina que de aquí se va? He cantado esta melancólica canción mexicana en compañía del Grupo salvaje de Sam Peckinpah.
Y siempre, siempre vuelvo al primer plano de Centauros del desierto. Esa puerta que se abre y nos deja ver la figura de un jinete solitario en la inmensidad del desierto de Texas.
Y si cierro los ojos aún puedo recitar de memoria las últimas palabras que Raza (Jack Palance) cruza con Burt Lancaster al final de Los profesionales, esa obra maestra de Richard Brooks sobre la amistad, la desaparición de la frontera y la imposibilidad de la revolución:
“La revolución nunca fue una diosa, nunca fue virgen, siempre fue una puta. Pero sin un amor, sin una causa, no somos nada. Nos quedamos porque tenemos fe. Nos marchamos porque nos desengañamos. Regresamos porque nos sentimos perdidos. Morimos porque es inevitable.”
Una guía del western para adictos a las películas del Oeste
Si tú también guardas experiencias similares en tu memoria. Si la patria es la infancia y la tuya atesora como monedas preciosas cientos de imágenes del mítico y lejano Oeste. Amaneceres y crepúsculos, conversaciones nocturnas al lado de una hoguera con un café humeante entre las manos, calles polvorientas y cantinas donde aplacar la sed y la soledad. Si tu corazón pertenece a las praderas de antaño, si el western te ha acompañado siempre. Y aún te gustan las historias de pistoleros, indios y soldados de caballería contadas como toda la vida se han contado. O si, sencillamente, eres un lector o espectador que disfruta con una del Oeste. ¡Adelante! Esta es tu web.
Aquí encontrarás análisis y reseñas de westerns consagrados por la crítica y el paso del tiempo. Hallarás artículos donde se repasan las películas de los mejores actores y directores de western; comentarios sobre inolvidables bandas sonoras, mil y una anécdotas. Y por supuesto, recomendaciones sobre las mejores y más económicas ediciones de películas del Oeste en DVD y Blu-ray, sobre series de televisión y estrenos en la gran pantalla.
El western siempre vuelve
Porque, digan lo que digan, el cine del Oeste sigue vivo. Nació con el siglo pasado. Alcanzó su momento de esplendor – años cuarenta, años cincuenta – de la mano de John Ford, Howard Hawks, Raoul Walsh, William Wellman, Henry King, Anthony Mann, John Sturges, Delmer Daves, Budd Boetticher, Nicholas Ray o Robert Aldrich. Y galopó hacia el crepúsculo con los personajes desarraigados, violentos y otoñales de Sam Peckinpah. O con los inolvidables forajidos encarnados por Robert Redford y Paul Newman en ese nostálgico canto a la amistad y a la aventura que representa Dos hombres y un destino.
Cierto, el western ha vivido malas épocas. Sufrió una crisis profunda en los años setenta y ochenta. Pero no desapareció de las pantallas. Walter Hill, por ejemplo, hizo Forajidos de leyenda en 1980. Clint Eastwood siguió la estela de sus maestros, Sergio Leone y Don Siegel, rodando Infierno de cobardes, El fuera de la ley o El jinete pálido. Tres muy buenas películas del Oeste que precedieron a Sin perdón(1992), una de las grandes obras maestras del género: una película nocturna y misteriosa, filmada, según José Luis Garci, desde el purgatorio.
Y en lo que va de siglo XXI son Kevin Costner, Ed Harris, Quentin Tarantino y los hermanos Cohen los directores que han rendido tributo al western. Lo han hecho con películas tan excelentes como Open Range, Appaloosa, Django desencadenado o Valor de ley. Y no cabalgan solos en la llanura. Ahí están las impagables Deadwood y Godless, creadas para la televisión. O El renacido, de González Iñarritu, y Los hermanos Sisters, de Jacques Audiard. Por citar otros dos ejemplos que han dado un nuevo impulso al género.
Siempre nos quedará la televisión o el DVD
No, pese a los agoreros, el western no está ni muerto ni enterrado. Al igual que al héroe de la canción de Loquillo, le han matado tantas veces que ha aprendido a resucitar. Y es que el cine del Oeste es el género de géneros. Es la semilla de casi todo lo que vemos y admiramos en la pequeña y en la gran pantalla.
Y ni siquiera importa que el mundo haya cambiado, que el tiempo haya borrado sus desiertos o que las telarañas envuelvan los antiguos poblados de madera. El western sobrevive con otras vestimentas, en otros ámbitos, en otra época, como demuestra esa visión profundamente rebelde de la actual sociedad estadounidense que es Comanchería, de David Mackenzie. Un filme que desarrolla en clave social los acordes medulares de las viejas películas del Oeste: la caza del hombre por el hombre, la lucha entre el débil y el fuerte, la pugna entre la ley y el proscrito que busca saldar cuentas con un mundo que le arrincona.
Y aunque ya no tenga la salud de hierro que tuvo en los tiempos de John Ford, el western sigue respirando. Y si acaso un día – Dios no lo quiera – deja de cabalgar hacia el futuro… Si acaso un día los creadores dejan de volcar su arte en él, siempre nos quedará el DVD y el Blu-ray, que como antes el vídeo, nos permiten cada día y cada noche ver esas viejas películas que son eternas. Historias que vivirán mientras viva uno sólo de quienes encontramos la plenitud en una sala de cine, gozando una del Oeste, mientras haya un solo espectador dispuesto a dejarse hechizar por los grandes horizontes, mientras la memoria conserve tantos momentos felices, tantos personajes e historias que conmueven y emocionan una y otra vez cuando se vuelven a ver o cuando, simplemente, los convoca el recuerdo.